A los arquitectos les pasa como al “bourgeois gentilhomme” de Molière, que se sorprende de hablar en prosa sin saber lo que es la prosa: muchas de las actividades que realizan para desarrollar su actividad son trabajos de Project Management:
- Programas de necesidades que son análisis de requisitos, estados de mediciones basados en los paquetes de trabajo de la WBS, Planes de Control de Calidad sobre materiales y partidas de obra ejecutada, presupuestos detallados y desglosados, certificaciones mensuales que reflejan el progreso de la obra…
Otras veces, ya sea de manera accidental o porque no hay nadie más disponible, le toca realizar tareas de gestión que ni quieren ni les gusta, por el poco valor que aportan a lo que consideran el “Core Business” de su trabajo, que es el diseño arquitectónico y la Dirección de la Obra:
- Obtención de licencias administrativas, selección de proveedores, comparación de ofertas, control del presupuesto, etc.
El caso es que el arquitecto con un perfil clásico ha tenido ocasión de desarrollar muchas de las habilidades que se necesitan en un Project Manager y, por ello, debería estar posicionado en una situación muy favorable frente a la demanda en este campo. Pero la falta de predisposición de unos (arquitectos) y la poca confianza de otros (promotores), hace que lamentablemente haya pocos puntos de encuentro.
Para entender esta situación tenemos que mirar al entorno, donde nos encontramos con un panorama poco alentador:
- Una educación en su mayoría anclada en programas obsoletos y con una orientación nula hacia la realidad cambiante del mercado.
- Unos Colegios Profesionales incapaces de vender una imagen acorde con las habilidades reales de la profesión.
- Un mercado que mira al arquitecto con desconfianza, con la percepción de que vela más por sus propios intereses que por las expectativas del cliente y del resto de implicados.
- Otros colectivos, más visionarios quizá, que al igual que uno de los ratoncitos de “¿Quién se ha llevado mi queso?” han sabido adaptarse mejor a las circunstancias cambiantes del entorno
Ahora y ante la falta de oportunidades, la más fea (el más feo) del baile ya no lo parece tanto. Pero si la estrategia de abrirse a nuevos campos únicamente se entiende como una mera cuestión de supervivencia, sin entender lo que el arquitecto realmente puede aportar al Project Management, no será más que otra oportunidad perdida de reinventar la profesión.